
En el 2017 el hambre pisó los talones de los deltanos
Corrió tanto que nos alcanzó.
Hace mucho que nos perseguía, este diciembre nos redujo sin conmiseración alguna. Comemos menos y peor, con serias deficiencias en la dieta.
El Clap y los alimentos del campo deltano no fueron suficientes, la talla abdominal descendió y la musculatura se desvaneció, cada vez hay menos forzudos y forzudas. Y eso que el Delta, cabe decirlo, ha sido uno de los mejor surtidos del país, y un estado en el que aun se consiguen ciertos rubros con precios por debajo de la media nacional, la carne y el queso, por ejemplo.
Los anaqueles de los abastos están vacíos y los bachaqueros, palabra que se instaló en nuestra conciencia como un presagio de dura tormenta, representan el peor de los males necesarios en los tiempos que corren y los prófugos más esquivos de nuestra justicia.
Cada vez más niños pueblan nuestras calles y hurgan en la basura. El sueldo cubre apenas dos días de la quincena y el pollo voló con la carne entre sus garras apareciendo una o dos veces por mes.
La situación agobia y no hay forma ni manera de combatirla, por fortuna, Dios no abandona a los suyos, difícilmente el 2018 pueda ser peor, ojala notemos una mínima mejoría.
Toda crisis encierra una enseñanza, la de esta no la observamos, habrá que verla con lupa.
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