El Perro y El Tigre, cuento de Juan José Jaramillo

Un grupo de perros que está de cacería sale a la carrera cuando huelen a un tigre, salen huyendo dejando como pista la mierda, con la excepción de uno de uno de ellos que se queda parado ladrándole a la fiera; esta de manera displicente y despreciativa le da la espalda y comienza a caminar hacia el centro del bosque, el perro enfurecido va tras el ladrándole, acosándolo. El tigre piensa: “Si no lo hice huir con mi olor, lo haré con uno de mis famosos rugidos”.

Toma aire, pega la boca del suelo y da un rugido que estremece la tierra y crispa los pelos y las plumas de los otros animales, que prontamente comienzan a escapar y a esconderse, pero, al perro esto no le hace mella y continúa ladrándole y acosándolo de manera persistente, el tigre piensa: “Que fastidio de perro, he usado dos de mis armas favoritas para hacer correr a cualquier animal de pezuñas y alas, y este pulgoso sigue tras de mi”.

El tigre se para en un claro del bosque, saca sus garras que brillan a la luz del sol cual bruñidos y acerados puñales y le tira un zarpazo, el perro lo esquiva alejándose un poco y enseguida vuelve al ataque con gruñidos y ladridos; en un descuido del tigre el perro se le acerca y le muerde el rabo; entonces el tigre piensa: “Que vergüenza que un flaco y mugroso can, me haya mancillado y ofendido de esa manera delante de todos los animales del bosque; tengo que lavar esta afrenta, porque si no voy a perder el respeto que me deben los animales, que son mis presas”. El tigre se da vuelta y se enfrenta al perro, y piensa: “Mi cuarta arma para asustar y amedrentar a los demás animales es mi mirada de fiera malvada, asesina y sin escrúpulos, cuando de matar se trata”.

Se queda mirando fijamente a los ojos del perro, el cual le sostiene la mirada sin pizca de miedo o temor; los otros animales que eran espectadores corren unos a esconderse y otros a posarse en las ramas más altas; entonces la brisa se detuvo, no soplaba el viento, el ambiente estaba tenso, como cuando se anuncia una tempestad, se podía cortar con un cuchillo la tensión que existía en el claro del bosque, se sentía la presencia de la muerte. Los animales afrentados, giraban mirándose fijamente a los ojos, cual gallos de pelea para detectar quien ataca primera y en qué momento; de repente se lanzan uno contra el otro y en el aire se dan el abrazo de la muerte, cada uno buscando el cuello del otro para dar la dentellada mortal, en ese instante se oye una voz de mujer que dice:

-Mi amor levántate y anda a ver que tiene el perro, que está dando alaridos, y no me deja dormir.

Al rato se oye una voz de hombre, que dice:

-Ese perro debe estar soñando o enfermo, está erizado, cagado, sudando y titiritando de frio o de fiebre, mañana hay que llevarlo al veterinario.

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