Glosas en torno a La hija de la española (II), por Rafael Rattia

Es pertinente acotar con el mayor énfasis con que me sea posible hacerlo: el programa narrativo de Sainz Borgo en esta su “ópera prima narrativa” lleva la impronta sobresaliente de la total y absoluta madurez expresiva.

La inobjetable potencia discursiva de la sintaxis poética del “ars narrativo”  de la autora se explicita con inocultable capacidad de seducción lingüística dando cuenta de un singular registro de lo real social; narra sin escrúpulos falsamente morales las evanescentes e inaprehensibles empiricidades fácticas de una pastosa realidad que hiere y lastima al lector que antes de ser lector es sufriente ciudadano que habita y padece un deplorable mundo alucinante.

Una conmovedora escena que narra con lujo de detalles descriptivos un entierro de un malandro a cargo de una nutrida pandilla de motorizados malvivientes atapuzados hasta el culo de marihuana y ron blanco de mala calidad trancan una arteria vial de la ciudad y celebran un insólito aquelarre en torno al féretro que contiene el cadáver del compinche de los bajos fondos y del mal vivir que perfectamente pudieran conformar las tenebrosas brigadas armadas de choque político, denominados “Motorizados de la Patria” auspiciadas por la “revolución” del “Comandante Presidente”.

Una niña chicuela que no alcanza a tener tan siquiera los 12 años baila y se tongonea moviendo procazmente su pelvis al ritmo de un vulgar y sicalíptico reguetón cuya letra reza: “tumba la casa mami, tu-tumba la casa mami…” «Tumba-la-casa-mami,  pero  que  tu-tumba-la-casa-mami;  tumba-la casa-mami,  pero  que  tu-tumba-la-casa-mami»,  recitaba  aquel reguetón  que cargaba  el  ambiente  de  un  vapor  aún  más  denso.

Nunca  un  sepulcro  tuvo  tan ardiente reclamo.” La autora narra con tal fuerza lo que su torrente imaginativo le dicta desde el fondo sin fondo de su inagotable novela/río que tal pareciera que el lector estuviera asistiendo a la proyección de un incesante travelling de una película de increíble factura surrealista.

He de confesar sin ambages de ninguna índole que leyendo con inaudita fruición esta extraordinaria construcción novelesca mi asombro se acrecienta proporcionalmente en la medida que leo cada página que me eleva a cimas de paroxísticas excelsitudes valoraciones estéticas.

Las tupidas tramas anecdóticas pluricéntricas tejidas con un zurcido de excepcional maestría toma por asalto las más sensibles casamatas de la conciencia estética del lector para no soltarlo más hasta la última página.

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